Naturaleza

El bosque de ribera

La magia del bosque de la ribera del sella

El bosque de ribera es ese bosque estrecho que se extiende por las dos orillas del río casi desde su nacimiento hasta su desembocadura, cambiando su fisonomía y composición a lo largo de los diferentes cursos o etapas por las que va transcurriendo el propio río.

Pero, ¿porqué el bosque de ribera es tan esencial para la presencia de vida en los ríos?

En primer lugar los árboles, como todos sabemos, dan sombra y si esos árboles están en la orilla de un río proyectarán su sombra sobre el agua haciendo que ese agua se mantenga fresca al estar protegida de la testera del sol. Pues bien, hay una ley física que dice que cuanto menor sea la temperatura de un fluido mayor será la capacidad de este para absorber gases, es decir, cuanto más fresca está el agua de un río más oxígeno contendrá y todos sabemos que a más oxígeno más concentración de vida. Por ello no es casual que los pescadores se concentren en aquellos tramos del río más arbolados.

Sin embargo no acaba ahí la relación del bosque de ribera con la vida del río, cuando llega la primavera los árboles del bosque de ribera se cubren de cientos de miles de hojas que dan ese verdor tan fresco y vital a las márgenes del río. Esas hojas irán cayendo al cauce del río con el paso de los meses, muchas por el inevitable otoño pero otras cuantas caerán arrancadas por el viento o por la actividad de las inquietas aves que van revoloteando de rama en rama. Además de las hojas, muchas veces caerán trozos de ramas, flores y frutos, todo ello, hojas, ramas, flores, frutos…constituye el alimento de un auténtico ejército de invertebrados de buen tamaño, los macroinvertebrados, entre los que encontramos las larvas de insectos voladores como las efímeras, los plecópteros, los tricópteros, etc.

Esos invertebrados están dotados de unos potentes aparatos bucales que les ayudarán a procesar la materia orgánica que les llueva del cielo como el maná para ponerse bien gordos. Esto sería anecdótico si no fuera porque estos invertebrados son la base de la cadena trófica que sustenta a todo el ecosistema fluvial. Peces, aves acuáticas, anfibios… todos los grandes animales del río se alimentan de estos macroinvertebrados, sin ellos, por tanto, la vida en el río sería muy complicada.

Además, como hemos dicho, estos bosques son estrechos y largos, a veces tan largos como los ríos. Por ello, cuando están bien conservados y mantienen su continuidad se convierten en auténticas vías verdes para los grandes mamíferos y aves, que pueden recorrer largas distancias en un ambiente siempre amable con abundantes refugios, gran cantidad de comida (frutos, pequeños animales, huevos…) y lógicamente agua. Esto les permite alejarse de sus núcleos familiares y encontrar parejas de otras poblaciones con las que no tienen ninguna relación de parentesco, huyendo así de la endogamia y facilitándose la supervivencia de las poblaciones locales de un buen puñado de especies.

Por otra parte las raíces de los árboles del bosque de ribera cumplen una doble función, por un lado constituyen el “encofrado” que mantiene en su sitio la tierra de las orillas y evita que la corriente de agua las erosione y el río se desdibuje formando decenas de ramificaciones. Volvamos a nuestra imagen mental de un río, bien, esa imagen que tienes en la cabeza es posible gracias a la sujeción de las raíces.

Por otro lado estas raíces son auténticas especialistas en aprovechar los compuestos contaminantes de los afortunadamente cada vez más esporádicos vertidos puntuales, convirtiéndose en pequeñas depuradoras, en filtros verdes que ayudan a preservar la limpieza de nuestros ríos.

Por último, en algunos tramos de los ríos el bosque de ribera aparenta ser un par de gigantescos muros verdes que delimitan el cauce. Esta visión no es tan lejana a la realidad como puede parecer, ya que precisamente como dos fuertes muros se comporta cuando vienen las crecidas y el agua busca expandirse hacia fuera del cauce encontrándose la oposición frontal de la urdimbre de troncos, ramas, raíces y hojas que dificultan el desborde y reducen parcialmente la virulencia de estos episodios tan destructivos como vitales para la dinámica y pervivencia del ecosistema fluvial.

Sauces, olmos, alisos, avellanos,chopos, abedules, fresnos, laureles…son los componentes de estos bosques sin los cuales, como hemos visto, un río no sería un río, sino un mero canal de agua. Estas especies arbóreas no se mezclan entre sí sin más, sino que están perfectamente organizadas en horizontes paralelos al discurrir de las aguas, asemejándose en cierta manera a las calles de una pista de atletismo. Esa organización la define la distinta tolerancia a la humedad de todas y cada una de las especies que componen el bosque, de modo que en primera “línea de agua” se situarán especies como el saúce mimbrero (Salix eleagnos) o el avellano, portando ambos ramas muy flexibles perfectamente adaptadas a la fuerza del agua, a la que acompañan doblándose pero nunca partiéndose, salvándose de morir hechos añicos al no oponer resistencia y salvando de paso a sus vecinos de detrás al funcionar como unos potentes amortiguadores que atemperan la fuerza del agua para que esta no dañe a los grandes chopos y alisos, más recios y, por tanto, menos resistentes a los embites de la corriente. Además, las especies que ocupan la vanguardia del bosque de ribera suelen ser de ciclo vital corto y veloz para cumplir con su función reproductora lo antes posible y que una avenida impredecible no frustre la floración, la fructificación y la posterior dispersión de las semillas, o lo que es lo mismo, de las propias especies.

Detrás de estos “valientes” se instalan especies de árboles que necesitan suelos muy húmedos para vivir pero ya no encharcados, estos son los abedules, los fresnos o los laureles. Y finalmente, en un tercer horizonte encontraremos los grandes alisos y chopos que precisan suelos húmedos, aunque no tanto como sus predecesores y que hincan sus eternas raíces en los suelos sueltos, francos y sedimentarios que el propio río ha construído a base de crecidas y que constituye uno de los suelos más fértiles que encontramos, tan fértiles que dieron origen a la civilización humana (Delta del Nilo, Creciente Fértil…).

Es evidente que si hay algo que no escasea en estos bosques es el agua, de hecho hay un importante excedente de agua que los árboles están eliminando constantemente a través de la llamada «evapotranspiración», una especie de sudor que emana de las hojas. En el momento que las microgotas de agua asoman por el limbo de las hojas estas se evaporan. Para evaporarse, las gotas de agua han de absorber la energía necesaria que lleve a cabo el proceso de evaporación, esta energía la sustraen del calor del entorno, por lo que la evaporación masiva que acontece en estos árboles baja sensiblemente la temperatura ambiente en el interior del bosque.

Por esto, además de por la evidente sombra, disfrutamos tanto paseando junto a la orilla de nuestro río en esas calurosas tardes de verano.

Los bosques de ribera, donantes de vida, belleza y bienestar y sin embargo sistemáticamente ignorados y maltratados, algunas veces inconscientemente y las más, con plena consciencia.

tag: the riparian forest in the river sella

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